Relatoría y comentarios sobre la  Reunión del jueves 15,  de octubre del año 2015, en el teatro Barra del Silencio de Medellín.

 

El día 15 de octubre de 2015, coincidiendo con la celebración del día mundial de la mujer rural, se reunieron en el teatro Barra del Silencio un grupo de personas conocedoras y practicantes del sainete y el teatro popular. Para hablar de la historia, pertinencia y actividades del Sainete, buscando perspectivas a futuro de dicho género que se emparenta con el teatro popular y las fiestas bufas. Un memorable encuentro lleno de tradiciones  y renovaciones mutuas. Alrededor de un suculento sancocho, como para avivar más la reunión entre las viandas y la palabra, como tradicionalmente se hace en conversaciones amenas y caseras.

Participantes:

Contamos con la presencia de Fernando Córdova,  sainetero de la comunidad de Hatillo de Girardota, Guillermo Álvarez, de la comunidad de la Loma- San Cristóbal, Elizabeth Meneses Foronda, de la vereda San Andrés de Girardota, Estuvieron algunos actores del ya reconocido sainete de Tutucan, de COMFAMA de Rionegro: Héctor Gómez, César Sepúlveda, junto con  Juan Diego Ramírez, director de teatro de Sonsón, Luis Alberto Correa, director del Teatro Barra del silencio.

La pregunta inicial era obvia, ¿Por Qué el sainete?

Siendo un género considerado entre lo tradicional, lo popular y lo folclórico, se ha presentado muchas veces en algunos escenarios como un arte menor, visto sólo como una remembranza costumbrista, y en algunos casos, desde la academia y el teatro más profesional, lo menciona sólo como arte sin mucha estética y donde ni la escenografía, ni los actores, ni sus propuestas son tomadas como una reivindicación artística plena. Más, en dicha reunión, se sentaron precedentes de mucha validez, no sólo para hacer perdurar este trabajo teatral, su construcción histórica, la belleza de sus cantos, danzas, textos, elaboración colectiva y reconocimiento entre muchas comunidades como parte de su patrimonio inmaterial.

Exposiciones:

Fernando Córdova es maestro de obra, albañil o alarife, empírico en las artes escénicas, pero con una pasión incalculable, hace parte de un esfuerzo bastante visible por mantener viva la tradición del sainete picaresco, algo de carnaval y sátira, puro juego entre la burla a convenciones y creatividad con  fuertes raíces afro descendientes, que nos relata con maestría la historia de más de un siglo de sainetes y comparsas, tradición aún viva, pero como él mismo lo manifiesta, con alto riesgo que se pierda por falta de interés público de seguirlo promocionando y construyendo con nuevas generaciones.

Elizabeth Meneses Foronda, una mujer talentosa, que hace danza, canta y organiza sainetes en la comunidad siguiendo una ancestral tradición familiar,  de la vereda San Andrés del Municipio de Girardota.

Fernando Córdova y Elizabeth Meneses Foronda, nos muestran otra cara de esa teatralidad popular. El sainete en Girardota es más burlesco, más remedo o “farsa” sobre situaciones sociales donde la población afro se burlaba de los blancos, muchas veces con permiso de  los amos,  para que el esclavo suavizara un poco el rigor del trabajo y tuvieran jolgorios, murgas o francachelas alrededor de la casa grande donde pernotaban los esclavos. Allí las chirimías y los tambores, lo indígena y lo afro entre lo religioso y lo carnavalesco aparece con más profusión. 

Elisabeth es hija de saineteros, ella misma organiza danzas, canta y tiene grupos de distintas edades, creando semilleros en la comunidad. Tanto  como Fernando, ella nos cuenta de los celos que se tenían con los textos entre saineteros, pues cada grupo tenía su sello característico y sus particularidades entre la puesta en escena y los textos o poemas que se decían. Algunas veces antes de “parodiarlos” se compraban y se montaban tal cual, más en otras oportunidades se hacían pequeños ajustes, por eso coinciden algunos textos aunque no siempre bajo el mismo esquema.

(Cabe anotar que una historia similar la refiere Gilberto Freyre, en el libro Casa-Grande y Senzala Los Maestros y los Esclavos. La Casa grande se refiere a los molinos de azúcar, donde ciudades enteras eran poseídas y dirigidas por un solo hombre. Senzala hace referencia a la clase negra trabajadora, originalmente esclava y luego peones de fincas. En la casa grande o el lugar de refugio de los negros se da una formación de música y danza muy propia con combinaciones blancas y con un alto contenido bufo o de comicidad satírica).

Es triste decirlo, que siendo Girardota cuna de saineteros, que hacen la fiesta del sainete, no   sólo  paguen mucho más a los artistas foráneos que a los propios que hacen desde hace años los sientes que dan nombre y renombre a dicha municipalidad. Aun así,  Fernando Córdova se siente orgulloso de los sainetes montados y de sus nuevas búsquedas y con gran esfuerzo sigue manteniendo viva dicha tradición, aunque argumenta que no está en contra de los cambios, dice que es necesario involucrar más jóvenes, aunque algunos de ellos no les gusta el sainete clásico, se pueden hacer adaptaciones y cambios de acurdo a los tiempos, sin perder el sabor fiestero y de teatralidad popular.

 

Guillermo Álvarez, nos lee un texto donde contextualiza la historia del sainete como una forma precursora de nuestro teatro. Para luego ubicarnos en las tradicionales fiestas y carnavales ya perdidos en nuestra ciudad, las mascaradas y los juegos alegóricos que se hacían a principio de siglo en Medellín. Su mirada llega hasta las referencias de los Paniaguas, familia de músicos y saineteros de la Loma, junto con los Álvarez, personas como Juan Crisóstomo Álvarez, que sin saber escribir, de solo memoria y con acotaciones de sus hijos y familia iban trascribiendo los textos, para formar toda una estirpe de teatro popular desde finales del siglo XIX en la Loma. Personas como Saúl Cano, Eduardo Acevedo, hacen parte de esa historia de festividad popular y creación colectiva. Laureano Paniagua, Don José María Paniagua, José  Cano, son nombres que están en la memoria de familias lomeñas que aún hace sainete y que corroboran que son tradiciones que se conocen desde finales del siglo XIX en el sector.

Esta tradición teatral de origen hispánico, se realiza con un molde tradicional romántico, con diálogos que poco cambian en el contexto actual, son octosílabos y versos picantes, acompañados de cuerdas y con un vestuario muy hispanizado. Todo esto ha logrado pervivir gracias al tesón y la voluntad de algunas familias que lo practican y ensayan en horas de descanso después de trabajar como albañiles, jornaleros, areneros y gentes sencillas, que lo avivan y lo mantienen. Por mucho tiempo la Loma era un lugar aislado, de campesinos migrantes de diferentes partes, muchos de ellos de fuertes raíces africanas, mulatos, mestizos, entre lo indígena y los campesinos blancos empobrecidos por las guerras. Allí se mezclaron tradiciones evangelizadoras, doctrineras, festejos enmascarados y danzas de múltiples orígenes pero con un  componente religioso, costumbrista muy decimonónico. La hispanidad se lleva como un sello recurrente en este tipo de sainetes, más no carecen de picaresca y de combinaciones que se han hecho en el tiempo. Como en tiempos de forasteros y promesas, el foráneo con lucidez y ahínco prometía que se casaría con una muchacha joven y bonita, luego aparece otro pretendiente del cual se enamora la muchacha por verlo más cercano y entrañable; regresa el primer pretendiente y hay riñas entre uno y otro seductor, llega la autoridad y hace un desenlace buscando matrimonio cuanto antes, más o menos así es la estructura sainetera lomeña. Más si uno estudia mucho más a Medellín de finales del siglo XIX y principios del XX, esta sátira jocosa no deja de tener una drama de por medio. La cantidad de migrantes que llegaban a Medellín en busca de trabajo en la reciente industria naciente, en proyectos urbanos para nuevos barrios periféricos, la pobreza galopante y los vendedores de abalorios e ilusiones pululaban. Muchas mujeres casaderas, entre otras cosas, los padres buscaban si no un buen novio, al menos que pudieran tener con qué responder y salir de una boca más en la casa; Los muchachos lugareños trabajan en la tierra al lado de sus padres, muchos eran posibles peones de haciendas o futuros trabajadores de una industria local. El estupro era común, ese dicho popular era común. “prometer para meter, y después de haber metido, no cumplir lo prometido” hizo que muchos padres se aseguraban que el forastero no llegara con malas intenciones, más en una sociedad campesina muy conservadora. El sainete, sin ser tan evidente, mostraba en forma jocosa dichas realidades históricas con un formato muy hispanizado.

Es de imaginar a Felipe Pizarro o a Celso Cano, buscando gente para sus cuadrillas y disfraces, haciendo sainetes de puerta en puerta, en un mundo semirural, con caminos empedrados y farragosos para andar. A Juan Alberto Marín y sus amigos bailando entre hombres, pues la fiesta con baile estaba prohibida para mujeres, recreando sainetes a punta de guitarra, tiple y bandola con unos aguardienticos entre pecho y espalda.

Todo un contexto histórico que se puede revivir en el sainete, tal como nos lo presentó nuestro sainetero de la Loma, Guillermo Álvarez, que aún continúa con esta relación fiesta, sátira cómica y complicidades con vecinos que se reúnen en billares o en terrazas para ensayar sus festejos y sus sainetes tradicionales. Es toda una ocasión para celebrar su persistencia y la voluntad de este sector de Medellín tan olvidado.

En el caso de TUTUCAN, el tucán de cada cual, la relación con el sainete cobra otra manifestación artística digna de mencionar por sus características específicas. Llevan 17 años de experiencia y creatividad. Humberto zapata es un teatrero de formación profesional de la Universidad de Antioquia, en sus inicios montaba obras clásicas de teatro europeo, muy de estilo Becket, teatro del absurdo, teatro experimental, más él se fue formando como docente y director  de grupos de teatro en muchos pueblos de Antioquia. En COMFAMA de Rionegro, cuando estaba  recién fundado pueblito réplica de nuestras  costumbres  aldeanas, para dejar de ser un pueblo vacío, sin vida o para evitar que un simpe disfraz de los funcionarios del lugar que no hacían mella en la población visitante se inventó la propuesta de Asentamiento mágico de un Pueblo de Antioquia. Hoy en día cuenta con un elenco entre profesional y empírico, creando un sainete muy peculiar donde todos los se han apropiado de los personajes, los buscan y los quieren,  y conviven con el público que allí llega.  La propuesta es trabajar desde lo ambiental, desde lo institucional pero a la vez desde lo jocoso y artístico de calidad. Allí, la academia no riñe con el empirismo, se retroalimentan y se perfeccionan. Héctor Gómez y César Sepúlveda Gallego, nos cuentan sus experiencias de convivir en dicha aldea artificial pero que se ha  vuelto un punto de referencia para turistas y visitantes asiduos. El sainete en Tutukán hace que la gente vuelva, se entrañe con  los personajes, los sigan y los quieran. De ese elenco han salido comediantes  como Suzo de ya reconocida trayectoria artística. En dicho “pueblito” Caminan   por  el lugar “Cosiaca”, el bobo del pueblo, la viuda alegre, el policía loco, el alcalde enredado, el cura cantaletoso, en fin una varia pinta cantidad de actores que mantiene vivo el sainete en  ese sitio.

Juan Diego Ramírez, nos habla de las Fiestas del Maíz, con toda su simbologías, como el entierro de la tusa, que es el final de la fiesta, comentó sobre su trabajo teatral, el rescate patrimonial y de  la capacidad de los participantes en crear textos, disfraces y actividades  que hacen de este municipio algo digno de verse.

Juan Diego es sicólogo profesional y teatrero de academia, hace sainetes y teatro en Sonsón, no sólo en las festividades del maíz, conmemorando a Gutiérrez González, también gestando identidad desde la historia y el sentido patrimonial de dicho municipio. El desfile de los treinta peones, que es un cuadro de las memorias del Maíz de Gregorio Gutiérrez González, la tradicional familia Castañeda, el entierro de la Tuza, sainetes tradicionales como la Golondrina, más propuestas nuevas donde trata de vincular a jóvenes en dicho proceso de semilleros de teatro. Homenaje a  la fecundidad, a nuestros ancestros caminantes y arrieros, los pregones del carnaval, con rituales y desfiles que dan colorido y toque carnavalesco a dichas festividades. La red de museos de la localidad, los grupos de danza y teatro, los músicos propios, fortifican este tipo de oficios, pero a la vez desde la profesionalización y la voluntad de los participantes le dan calidad estética a sus presentaciones.

Luis Alberto Correa, viene desarrollando una investigación sobre el sainete y su pertinencia para  nuestro momento histórico, Luis Alberto Correa, con sus nuevas actividades teatrales donde contemporiza el sainete y la hace más dinámico en contextos urbanos. Esto hace pensar que no se trata de una novelería teatral, ni un volver a lo viejo por sí solo, por lo contrario, es una manera de ver la tradición con ojos más joviales, más artísticos y desde luego más propositivos sobre nuestras relaciones de cotidianidad.

Luis Alberto Correa, director de Barra del silencio, nos habló de dos sientes urbanos que tiene  montados, “Quinientos por la de atrás” que habla jocosamente del drama de la chatarrización de buses y sobre el caos del transporte urbano y la “historia del Silletero”, donde involucra danza, el teatro,  la festividad y una investigación histórica que le da un giro vivencial directo entre actores y público, nos muestra retazos históricos que pocas veces se mencionan en las festividades de agosto con las flores y sus tarimas, el jolgorio sin historia y el turismo descontextualizado.

Conclusiones:

Para concluir es necesario plantear un encuentro de saineteros para el gran público de Medellín y en algunos pueblos de Colombia, una celebración que reavive dichas experiencias y les dé un toque de presencia viva de nuestro patrimonio inmaterial.

Se percibe en los participantes la idea de hacer trasformaciones, de hacer que participen otras personas más jóvenes, que se cualifique el sainete, que su presencia sea considerada como un valor de importancia no sólo como patrimonial sino como un acto vigente, que cuenta realidades, nos hace pensar, nos pone en comunicación con la creatividad popular, más se necesita más apoyo institucional, más renovación de contenidos y tramas, sin perder el sello característico del sainete, lo bufo, la comicidad y el colorido festivo que eso implica.

Con las participaciones y sus relatos de vida, la respuesta ¿por qué el siente?, queda contestada, por qué es un patrimonio, es el origen de nuestra teatralidad y tiene un componente social en las comunidades de primer orden.

Elementos importantes del encuentro, fuera de las intervenciones de cada uno sobre sus vivencias: En dicha reunión se presentó un video, que hace parte de la investigación sobre el sainete que hace Luis Alberto Correa; para muchos de los participantes encontraron caras conocidas, algunos gestores ya desaparecidos, familiares y sitios de festejo y ensayo, que hacen parte de la memoria del sainete de la Loma. Estuvo con nosotros Luz María Penagos, artista plástica haciendo registros en video y tomando fotos del encuentro.

Una anotación que permeo la reunión fueron los comentarios sobre la pérdida de la mascarada, el arte carnavalesco, esos elementos de la picardía y el colectivo fiestero que anteriormente era tan común en muchos pueblos de Antioquia. No como nostalgia, en el sentido de simple recordatorio, en este caso, se trataba de visibilizar lo que queda, lo que perdura, sus dificultades para sus prácticas, la capacidad para auto gestionar recursos que podrá ser ejemplo para crear proyectos de recuperación de dicho arte popular.

Otro elemento importante fue los hallazgos sobre letras y trozos de textos de sainetes viejos, encontrados por Luis  Alberto Correa, entre los vestidos de antiguas comparsas, apuntes escenográficos que se retoman como material histórico a la hora de reconstruir dicha experiencia teatral. “Los papelitos”, que en épocas donde las fotocopiadoras, ni el internet ni se imaginaba, el director de la obra copiaba a mano o cuando menos  a máquina de escribir manual, los textos que se los repartía a cada uno de los integrantes, fragmentando la obra, para luego retomarla en su totalidad en la escena, haciendo acopio de buena memoria y de creatividad para volver a juntar cada uno de estos personajes.

Como apuntes anecdóticos, los más antiguos saineteros, cuentan las hazañas de ir en la noche, de casa en casa, por caminos embarrados, muchas veces con un tarrito con una vela encendida adentro como luz para orientarse, con algunos aguardientes, pidiendo permiso para llegar, con pregones de “abanderado” y luego rematar en alguna finca todos embarrados y muy lejos de sus casas de origen. Una historia entre cómica y audaz, eso de salir a sainetear entre barrancos los diciembres hasta los primeros días de enero.

Anexos:

Para terminar, retomo estas chispeantes notas del libro Moscas de todos los colores, Guayaquil 1894-1934, de Jorge Mario Betancur, para hablar un poco de la pérdida de lo carnavalesco y sus variables en Medellín: “todos los participantes de los carnavales, desde el presidente del país hasta cualquier borracho callejero, se procuraban para esos momentos ( de carnaval) la confección o la compra de un disfraz…[llegado el día …descolgaban de sus armarios los trajes de arlequines, payasos, luzbeles y tíos Sam, desempolvaban con cariñoso deleite sus máscaras y pelucas, es decir mil grotescas figuras que simbolizaban la farándula universal], los corchetes los retoma el libro de apuntes de Alberto Uribe Vallejo, del Medellín que se fue. Moscas de todos los colores pag, 286.

Durante  cuatro décadas, curas, matronas, periodistas y maestros, obispos y alcaldes, asociaron a los bailarines con prácticas del mundo de la taberna y la prostitución, hasta los años veinte, el baile, por lo menos en público, fue negado a las mujeres decentes.Moscas de todos los colores, pag. 287

“ Pocas semanas antes de la guerra de los mil días, los habitantes de la ciudad realizaron el primer carnaval de Medellín, durante tres días, pobladores de todas las procedencias se entregaron a los excesos del baile, los licores y los festines…

En él quedamos comprendidos blancos y negros, pobres y ricos, viejos y mozos, pues todos podemos tomar del carnaval la parte que nos convenga ¡Hermosas hijas de María, deponed al menos por esos tres días vuestras esquiveces, arrojad a los latigazos los escrúpulos” ( El cascabel, Medellín 27 de sep, 1898) Desde entonces hasta la época de los años treinta, hubo carnaval, en octubre de cada año. En esos  días,  los protagonistas de las fiestas vistieron disfraces  y máscaras, participaban en cabalgatas, fuegos artificiales, batallas de flores, carnavales, desfiles, competencias, bailes y juegos de azar. Disfrutaron de comidas, licores y tabaco. A pesar del reclamo y de las quejas de los ortodoxos, hasta los hombres más poderosos y conservadores de la región se contagiaron del ánimo festivo. (Moscas de todos los colores, pag, 284)

Con esto tratamos de dar cuenta de la relación carnaval, fiesta popular, jolgorio y nuestras  perdidas de ese sabor local creativo de otros tiempos. 

En el capítulo X de Frutos de mi tierra, don Tomás Carrasquilla hace una descripción de las fiestas organizadas por aquellos señoritos de club. Dice así el maestro de Santo Domingo: “Decíamos esto al tanto de que a Medellín, la hermosa, le acontece lo propio: todo el año, muy formal y recogida en sus quehaceres, trabajando como una negra, guardando como una vieja avara, riendo poco, conversando sobre si el vecino se casa o descasa, sobre si el otro difunto dejó o no dejó, rezando mucho, eso sí… Pero, allá de cuando en cuando, también echa su cana al aire, y hace fiestas a manera de las madres carmelitas… Desde que se sabe que el permiso para hacerlas está concedido, todo es animación y alegría. Medellín se transforma. En los semblantes se lee el programa; crece el movimiento de gentes; apercíbase el comercio para la gran campaña: y la conversación, dale que le darás sobre el futuro acontecimiento, parece inagotable… Aunque en las fiestas hay toda clase de diversiones, bien puede decirse que las máscaras, el disfraz y el baile son las de la juventud dorada y de toda la gente de calidad… A las doce, Medellín está loca de atar: la alegría, el frenesí, el alcohol, solo encuentran para expresarse, gritos, aullidos, vertiginosas carreras que, excitando los ánimos, producen contagio general… La caravana marcha compacta llenando la calle, y luego, como río salido de madre, se desborda e inunda la ciudad”.

El Alcalde, don Agapito Betancur, 1915-1916,  resolvió retractarse de un permiso concedido con anterioridad y en uso de sus facultades legales y “considerando, que por haberse dado gran parte del pueblo al juego y a la embriaguez se ha violado y hecho caducar la licencia concedida por este despacho a los señores Gabriel Vélez y Ramón E. Arango y otros para disfraces lícitos en lugares públicos”. Investido de autoridad indignada, decidió prohibir a partir del 27 de diciembre de 1916 “los disfraces y danzas en las vías públicas de la ciudad y de los corregimientos del distrito”. Este fue el principio del fin, mucho jolgorio triste y mucha fiesta empobrecida.

Sirvan estas notas y los comentarios tan amenos de esta reunión para hacer una reflexión sobre la historia de nuestro teatro y la perseverancia posible de este patrimonio cultural intangible.

Bibliografía:

JORGE MARIO BETANCUR GÓMEZ, Moscas de todos los colores, historia del barrio Guayaquil de Medellín, 1894-1934, Santafé de Bogotá, Ministerio de Cultura, 2000, 482 pp.

Jiménez Meneses, Orián, El frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. 
Medellín: Universidad de Antioquia, 2007, 157 pp. 

Gónima Chorem, Eladio, Apuntes parta la Historia del teatro de Medellín y vejeces. Colección Bicentenario de Antioquia.



Fernando Cuartas Acosta.

Historiador, relator de la reunión.

 

Sitio de la reunión:

 

Calle 45C 75-151. , Barrio El Velódromo, Teatro Barra del Silencio.